Bad Bunny, el fenómeno global de la música urbana, tiene varias anécdotas que pocos conocen. Por ejemplo, su nombre artístico surgió por un disfraz de conejo que usó durante su infancia en Puerto Rico, y que dejó huella en su personalidad creativa y excéntrica.
Antes de alcanzar la fama, Benito Antonio Martínez trabajaba como empacador en un supermercado, lo que demuestra que su éxito fue fruto de esfuerzo y perseverancia. Además, desde los 5 hasta los 13 años formó parte del coro de su iglesia, donde empezó a desarrollar su talento vocal y su amor por la música.
Estos detalles muestran el lado más humano del artista, muy alejado de la fama y los escenarios, y nos recuerdan cómo sus experiencias de vida lo han moldeado para convertirse en uno de los grandes íconos de la música latina contemporánea.